Acabamos de conmemorar el aniversario del nacimiento de Sabino Arana y Goiri (25 de enero de 1865) y del que ya hemos hablado en más ocasiones. Y hemos asistido, una vez más, a la cascada de improperios nacidos del odio que el jacobinismo español profesó y profesa al padre del nacionalismo vasco.

Es siempre la misma sarta de frases hechas, de descontextualizaciones, de intentar deslegitimar al nacionalismo vasco  dando a entender que su creador, el hombre que lo impulsó, era un racista, un misógino, un reaccionario y, al final, un loco o un desequilibrado.

¿Algunos de sus pensamientos cabrían en la sociedad vascas de hoy? Claro que no. Como no cabrían los de buena parte de los filósofos, políticos, pensadores, y personas de todo pelo, que vivieron a caballo entre el siglo XIX y el XX. Juzgar desde el hoy un aspecto concreto o una persona concreta del ayer sin contextualizar y sin un ubicarlo en las ideas de la época no solo es anticientífico, es una estupidez. Lo mismo que lo es intentar deslegitimar un movimiento político basándose en esa argumentación.

Lo que parece trágico es que ese discurso lo está comprando una parte del nacionalismo vasco. Los que, para marcar la diferencia, para demostrar que son más «progres» y «avanzados» que el partido político que fundó Sabino Arana, asumen ese discurso y se suben al carro de las descalificaciones. Puede que convencidos de que, si «matan» al padre, se podrán quedar con la «madre». Sin darse cuenta, o sin querer admitir,  que su convencimiento de que Euskadi es una nación, nace de Arana.

Bueno, algunos si se están dando cuenta. Por eso ahora se está difundiendo desde ciertos sectores la idea de que todos los vascos, en realidad, somos navarros y que debemos formar parte de un «Estado navarro», heredero de aquel Reino medieval y estamental. Es decir, quieren que los vascos pasen de formar parte de un reino y una república, a ser parte de otro reino, o del estado que se definiría como heredero de aquel reino. Es una forma de acabar con el legado de Arana, cambiando el discurso de raíz.

Ni Navarra fue jamás «el reino de los vascos». Ni sus propietarios, es decir sus reyes y su alta nobleza,  tuvieron voluntad de que lo fuera. No tenían una «visión vasca». Ellos querían dominar el máximo de territorio, vasco, no vasco y «medio pensionista» para tener más poder y más riqueza. Es decir, eran reyes y nobleza «estándar». Sin entender que Navarra no es el reino, son sus habitantes, su voluntad, y su cultura.

Pero esa idea romántica y más cercana a «Juego de Tronos» que a la realidad, cala bien en ciertos sectores, que se sienten incómodos viendo que su adscripción nacional proviene del fundador del partido político que es su oponente (y en algunos momentos enemigo) político.

Para eso renuncian, rechazan, o trivializan la Ikurriña o el nombre de Euzkadi, por los que lucharon tantos vascos, y que el franquismo persiguió con saña. En cambio, asumen los símbolos  y términos que el franquismo ni ilegalizó, ni persiguió.

Todo ello lo hacen porque no se dan cuenta de que la idea de Nación Vasca, la idea de Patria Vasca, nacida de la visión y la capacidad política e ideológica de Sabino Arana va mucha más allá,  es mucho más profunda que el partido que fundó. Un partido que fue creado como una «herramienta», que no tiene por qué ser la única.

Pensando en todo esto, hemos recuperado un artículo publicado hace unos meses, con motivo del aniversario del fallecimiento de Sabino Arana.


Sabino Arana frente a la crítica de sus «enemigos*»

(Artículo publicado en Deia el 27 de noviembre de 2021 con motivo del aniversario del fallecimiento de Sabino Arana)

Luis Javier Pérez, Periodista

(* «Enemigo» se usa en este artículo en el sentido de su primera acepción del diccionario de la RAE: «contrario, que se muestra completamente diferente»)

El 25 de noviembre fue el aniversario del fallecimiento de Sabino de Arana y Goiri, el hombre que a caballo entre el siglo XIX y el siglo XX puso en marcha el proceso de construcción nacional de Euzkadi.

Sabino Arana vivió uno de los periodos más negros de nuestra nación: el de la culminación de la integración, por la fuerza de las armas, de los cuatro territorios vascos situados al sur de los Pirineos en el «concierto general de la nación española». Un proceso que se hizo, al igual que el ocurrido en el País Vasco continental,  en contra de la voluntad, manifiesta, de sus habitantes.

 La Madeja Política, 2 de mayo de 1874. Caricatura antiforalista de los Liberales. «Si el famoso árbol de Guernica da este fruto, procuremos que no vuelva á retoñar»,
La Madeja Política, 2 de mayo de 1874. Caricatura antiforalista de los Liberales. «Si el famoso árbol de Guernica da este fruto, procuremos que no vuelva á retoñar»,

Es en ese contexto cuando Sabino Arana, un carlista por tradición familiar, se dio cuenta de que la situación de los vascos peninsulares no debía depender de quién reinase en Madrid, o gobernase en Francia. Los vascos no eran, ni son, dueños de su destino. Han sido privados de su soberanía como pueblo. Por lo tanto, la solución a dicho problema solo podía pasar por su independencia.

En base a eso realizó una de sus grandes aportaciones: el concepto de Euzkadi como una confederación que agrupase a todos los territorios vascos como hermanos, libres e iguales. Euzkadi superaba el concepto Euskal Herria, un concepto sociológico y cultural, y le añadía el perfil político que necesitaba la idea de Patria vasca.

Para dar a conocer esta visión a sus compatriotas Sabino Arana desplegó, en los 21 años que van desde la conversación con su hermano Luis en 1882 hasta su fallecimiento en  1903,  una intensa actividad política, de difusión y cultural, que dio como frutos desde un intento de normalización del euskera, hasta la fundación de EAJ-PNV.

Buscaba que sus compatriotas entendieran que ni eran inferiores, ni debían aceptar ser sojuzgados, ni que el modelo económico, social, cultural y político que traía el liberalismo español a golpe de bayoneta, era mejor o más justo que con el que se habían regido los vascos durante siglos. Y para poder recuperar lo arrebatado proponía, como imprescindible, abandonar las viejas y fallidas fórmulas con las que los vascos se habían organizado en el pasado: reinos medievales, dependencias de reyes propios o extraños,  aceptación de la existencia de señoríos o provincias. El camino era el que los estados-nación de toda Europa estaban tomando: una estructura política moderna: Euzkadi.

El éxito de la propaganda españolista

Arana fue un hombre extraordinario que con su esfuerzo y compromiso creó el punto de inflexión necesario para salvar a nuestra patria de su desaparición. Fue el «Maestro», el hombre que despertó a la Patria y así se le vio por muchas décadas por todos los nacionalistas vascos.

Pero esta visión, este reconocimiento, se ha debilitado en los últimos años. Parece que en la propia sociedad vasca, mayoritariamente nacionalista vasca, están calando los mensajes del nacionalismo español que siempre fue consciente de que Sabino era alguien al que combatir con todas sus, muchas, armas.

Y es, hasta cierto punto, comprensible. Llevamos años, décadas,  escuchando a los políticos españolistas, a los medios de comunicación afines, y a la propia «Academia» española afirmar que Sabino Arana era un racista, un misógino, un enemigo de la libertad y, en definitiva, un loco peligroso cuyas ideas son malas «per se».

La misoginia

Trasladar ideas socialmente aceptadas de finales del siglo XIX al siglo XXI sin filtros y sin ajustes, es  uno de los caminos elegidos por los nacionalistas españoles para criticar a Arana.

Nos vienen a decir: qué valor pueden tener las ideas de un hombre que es un misógino. Como según dicen Arana lo era, todo lo que dijo o pensó, está desacreditado.

Algo que no se plantean cuando hablan de Jean-Jacques Rousseau. Sí, del filósofo que tanto influyó en los jacobinos, y por tanto en el liberalismo español,  y que escribió sobre las mujeres lindezas de este calibre: «están hechas especialmente para complacer al hombre».

Tampoco parece que la misoginia del filósofo alemán Arthur Schopenhauer descalifique su trabajo, a pesar de que afirmó: «Las mujeres son la astucia de la especie para que el ser humano real, que es el hombre, se reproduzca, cosa que por su inteligencia no haría».

A nadie se le ha ocurrido nunca poner en duda el valor intelectual de estos filósofos ni de su obra, a pesar de ser unos misóginos de manual. Pero en cambio las opiniones privadas de Arana, sí se utilizan para desprestigiarle. A él y a su ideología.

El racismo

Los nacionalistas españoles nos inquieren: qué valor pueden tener las ideas de una persona que es racista. Refiriéndose a Arana, claro está.

Porque jamás se han planteado esto en relación con Cánovas del Castillo, el presidente del gobierno que firmó, y lideró, la eliminación del sistema foral en 1876, y que afirmó: «Todos quienes conocen a los negros os dirán que en Madagascar, en el Congo, como en Cuba son perezosos, salvajes, inclinados a actuar mal, y que es preciso conducirlos con autoridad y firmeza para obtener algo de ellos. Estos salvajes no tienen otro dueño que sus propios instintos, sus apetitos primitivos».

Tampoco lo hacen refiriéndose a George Washington, el líder de la independencia de los USA y primer presidente de aquel país, que fue el «feliz poseedor» de 100 esclavos.

¿Están sus aportaciones a la humanidad (infinitamente mayores las del segundo que las del primero) en peligro por su declarado racismo o supremacismo? Parece que no. Pero para los unionistas españoles la evidente hispanofobia de Arana, consecuencia de la situación política y social que vivió, le convierte en un racista, e inhabilita todo su pensamiento.

No es fácil encontrar en las búsquedas por internet lo que opinaba, de verdad, Arana sobre el colonialismo y por extensión sobre el racismo que impregnaba Europa. Estos párrafos son un ejemplo de su pensamiento:

«A tan alto grado de intensidad llega la caridad de las naciones europeas, que ya no se contentan con ejercitarla en sí mismas, sino que las lleva al sacrificio por civilizar a los hombres de color. De ahí la conquista de las Américas por los españoles y las demás conquistas llevadas a cabo por la raza blanca.

Que hay un país cuya posesión promete, o por sus riquezas agrícolas o minerales, o por sus ventajas marítimas o estratégicas… Pues allá se mandan un par de cañoneros que planten e icen el pabellón nacional. Si el indígena protesta, se le acribilla el cuero; lo cual, como no dispone de cañones rayados ni fusiles de repetición, es fácil hacerlo.

Y se dan los invasores tal traza de buenos profesores en instruirle al natural del país en los elementos de cultura, que para cuando pueda enterarse de la manera de explotar las minas, de cultivar los campos, de construir puertos o de establecer industrias, mira en su rededor y ve extinguida su familia y usurpado su hogar, se mira a sí mismo y observa que la dignidad humana es patrimonio de la raza blanca y verse rebajado a la condición del bruto.»­

Nadie que escriba eso en un periódico, puede ser calificado de racista y Arana lo hizo. Para escándalo y ofensa de los nacionalistas/colonialistas españoles de la época (padres ideológicos y a veces biológicos) de los que ahora le critican.

La cuestión social

Cuando Arana se enfrenta a la «cuestión social»,  cuando se dedica a denunciar el capitalismo salvaje que enriquecía a unas pocas familias poderosas (vascas) y que mantenía en la miseria a miles y miles de trabajadores (inmigrantes españoles, por cierto), sus detractores, sus enemigos españolistas, aseguran que no lo hace por cuestiones de justicia social, «sino por considerar el capitalismo como expresión de la destrucción de las formas de vida tradicionales de la nación vasca».

Mineros en una explotación de hierro de Bizkaia
Mineros en una explotación de hierro de Bizkaia

Pero, y esto tampoco lo encontrarán los lectores con facilidad, Arana escribe sobre la «cuestión social»:

«Díganlo los barracones de las minas. Díganlo esos millares de obreros que, sin más retribución que un mezquino jornal, trabajan sin descanso, día y noche, y días laborables y festivos. Díganlo esos millares de padres de familia, que ni tienen tiempo de atender al cuidado y  la educación de sus familias, ni reciben del rico que los explota medio alguno con que instruirse y educarse. Todos sabemos que hoy el pobre es inhumanamente explotado y tratado como bestia por industriales y comerciantes, mineros y propietarios.

El capitalismo como tal no quiere saber nada de las miserias, sangre y lágrimas de seres humanos, con los que amasa el oro que guarda en su caja fuerte». Nunca se ha visto aún, desplegar la fuerza armada contra los capitalistas, que se obstinaron en sostener sus beneficios, siempre y únicamente contra los obreros que solicitaron aumento de jornal.»

Ninguno de sus críticos ve, ni quiere ver, la clara línea que conecta su posición de defensa de la dignidad de los trabajadores, con la doctrina social de la Iglesia. Se «olvidan» de que la encíclica Rerum novarum, que recogía el sentir de importantes sectores de la Iglesia católica  ante la explotación capitalista, se publicó en 1891. Arana, un ferviente católico, asumió como propio ese planteamiento social de la Iglesia, ratificado por León XIII.  Y de esta forma inició el camino que seguido EAJ-PNV en sus más de cien años de historia y que le llevó, por ejemplo, a ser miembro fundador de la Democracia Cristiana Europea.

Arana, el Maestro

Los vascos deberíamos entender que Arana no es ese «abuelo raro e incómodo» que nos dejó una gran herencia pero del que es mejor no hablar. Si le atacan con tanta saña y odio es por eso, porque  Sabino de Arana y Goiri fue la persona que con su trabajo y compromiso dio una oportunidad a la Patria vasca.

Arana es «el Maestro», el que nos enseñó a los vascos que somos una nación y que tenemos derecho a decidir nuestro futuro sin interferencias.

Y eso, el nacionalismo español –el mismo que mandó a miles y miles de vascos, y españoles, a morir en Cuba, en Filipinas o en el Riff para seguir sojuzgando aquellas naciones­– no se lo perdona.

Como escribió de él, tras su fallecimiento,  Miguel de Unamuno, poco sospechoso de ser un seguidor de Arana:

«Lo mismo ha pasado en mi Tierra vasca… En esta poesía mecí yo los ensueños de mi adolescencia, y en ella los meció aquel hombre singular, todo poeta, que se llamó Sabino Arana y para el cual no ha llegado aún la hora del completo reconocimiento. En Madrid, en ese hórrido Madrid en cuyas clases voceras se cifra y compendia toda la incomprensión española se le tomó a broma o a rabia. Se le desdeñó sin conocerle o se le insultó. Ninguno de los desdichados folicularios que sobre él escribieron algo, conocían su obra y menos su espíritu. Y saco  a colación a Sabino Arana, alma ardiente porque tiene un parentesco con Rizal, y como Rizal, murió incomprendido por los suyos y por los otros. Y como Rizal filibustero, filibustero o algo parecido fue llamado Arana».

Rizal es un héroe en su patria, a pesar de lo que de él dijeron los españolistas. No dejemos que en el caso de Arana, sus enemigos, los nuestros, ganen.


Foto de cabecera: Sabino Arana (1865-1965). Sello original realizado por EGI, las juventudes de EAJ-PNV en Venezuela, con motivo centenario nacimiento.

 

Last Updated on Mar 16, 2023 by About Basque Country


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